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Alemán

 

 

 

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En el amanecer

La noche levanta su atavío del día,
el que en un sueño ligero yacía.
Su mano de hoz, la luna retira
de la tierra de las sombras, tan pálida y fría,
y solamente por horas fallecen las estrellas,
regresando eternamente sin ser lastimadas.

El viento penetra hondo en la hierba tan sedosa,
y hace sacudir su humedad tan tenebrosa.
A hurtadillas, lívidamente se arrastra la niebla,
saliendo de su emboscada, pues se ha vuelto ciega,
y - como hadas - embrujados árboles han transformado
la luz fantasmal, en un mundo encantado.

El mar concede libertad al sol naciente
que tiñe el grito de las gaviotas con un rayo ardiente.
El cielo teje su vestido
de fe y de lo infinito,
y estrellas fragmentadas se hacen acompañantes
de las olas, como incontables brillantes.

El sueño, con párpados pesados, se levanta de su paraje,
a contestar al sol que entrega su mensaje.
La pesadilla deposita hondamente su bastón
en la oscuridad sepulcral del corazón,
y jinetes en las nubes corren a galope a sus tiros,
ya por la anatema de la aurora perseguidos.

La tierra huye de su lecho de descanso
y ata como viandante su calzado.
Las flores ofrendan su cáliz a la claridad
que les promete el esplendor de la divinidad.
La mañana viaja en caminos luminosos con su coche
derecho al encuentro con la noche.
  

© Copyright by Peter-Michael Sperlich. Todos los derechos reservados.